Nuestra comprensión de los mundos de estrellas y de átomos se ha ensanchado más allá de lo que jamás podríamos creer. Los dioses de los griegos son niños indefensos comparados
con la humanidad de hoy en día y con los poderes que poseemos. Y sin embargo, sobre este tema tan importante poco ha
cambiado en los siglos que han transcurrido. Hoy no sabemos
más acerca de la felicidad de lo que sabía Aristóteles y, respecto a saber cómo obtener esta condición tan valorada, casi podríamos decir que no hemos realizado ningún progreso.
A pesar del hecho de que hoy estamos más sanos y nuestra
vida es más larga que en siglos pasados, a pesar de que incluso
el menos rico entre nosotros se halla rodeado de unos lujos
materiales impensables hace solo unas pocas décadas (había
poquísimos cuartos de baño en el palacio del Rey Sol, las sillas eran escasas hasta en las mansiones medievales más lujosas y
ningún emperador romano podría encender la televisión cuando
estaba aburrido) y a pesar del inmenso conocimiento científico
que podemos citar a voluntad, las personas a menudo acaban
sintiendo que han malgastado su vida y que sus años han transcurrido entre la ansiedad y el aburrimiento.
¿Es así porque el destino de la humanidad es permanecer
siempre insatisfecha? ¿O es porque cada persona desea más de
lo que pueda obtener? ¿O el malestar penetrante que a menudo
nos amarga hasta los instantes más preciosos es el resultado
de buscar la felicidad en el lugar equivocado? El propósito de
este libro es utilizar algunas de las herramientas de la psicología
moderna para analizar esta pregunta tan antigua ¿Cuándo se
sienten felices las personas? Si sabemos empezar a encontrar
respuestas tal vez llegue el momento en que podamos organizar
nuestra vida de modo que la felicidad forme una parte mayor de
ella.
Veinticinco años antes de empezar a escribir estas frases,
hice un descubrimiento que he tardado todo este tiempo en
darme cuenta de que lo hice. Llamarlo “descubrimiento” es tal
vez un error, porque las personas han sido conscientes de ello
desde el alba de la humanidad.
De todos modos, la palabra es la
adecuada porque, aunque mi hallazgo ya era algo conocido, no
ha sido escrito o explicado teóricamente por rama académica al-
guna, en este caso por la psicología. Por ello dediqué el siguiente cuarto de siglo a investigar este fenómeno tan elusivo.
Lo que “descubrí” es que la felicidad no es algo que sucede.
No es el resultado de la buena suerte o del azar. No es algo que
pueda comprarse con dinero o con poder. No parece depender
de los acontecimientos externos, sino más bien de cómo los
interpretamos.
De hecho, la felicidad es una condición vital
que cada persona debe preparar, cultivar y defender individual-
mente. Las personas que saben controlar su experiencia interna
son capaces de determinar la calidad de sus vidas, eso es lo
más cerca que podemos estar de ser felices.
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