EL PODER POSITIVO DE LAS EMOCIONES NEGATIVAS

EL PODER POSITIVO DE LAS EMOCIONES NEGATIVAS

EL PODER POSITIVO DE LAS EMOCIONES NEGATIVAS


Todos queremos ser felices. A ninguna persona le gusta el dolor ni sufrir, todos queremos la bendición de gozar de momentos de amor y risas, y sacar el máximo partido de nuestra breve estancia en la Tierra. Estos son los deseos eternos y esenciales de la humanidad. 

Por consiguiente, estamos sometidos a la tentación de una creciente gama de posibles vías para la consecución de esas efímeras metas, que nos deslumbran como lo haría un oasis en un desierto abrasador. Las librerías están repletas de libros de autoayuda que nos prometen el secreto de la felicidad. 

Los distintos medios sociales también se hacen eco de las sugerentes voces de los gurús, que nos prometen conducirnos a ella. Sin ir más lejos, mi campo de la psicología positiva (el estudio científico del bienestar) ha aportado gran parte de la teoría y de las investigaciones que hay tras todo eso. 

Nos prometen de manera fascinante que si podemos desarrollar una actitud o forma de pensar optimista, o crear ese valioso núcleo de relaciones significativas, lo que tanto deseamos está a la vuelta de la esquina. Y cuando lo alcancemos parece ser que las recompensas serán cuantiosas. La felicidad es presentada como la llave de oro que puede abrir innumerables y exquisitos baúles de tesoros, que contienen desde el éxito hasta la buena salud. Es una bella visión. 

Y las investigaciones, efectivamente, nos indican que la felicidad está relacionada con cualidades psicológicas, como el optimismo, y con circunstancias de la vida, como las relaciones con nuestros allegados. 

Está demostrado que si las personas son felices, esta circunstancia puede hacer que se beneficien de ello de diversas formas, desde lograr el triunfo más rápido en su vida profesional hasta encontrar a su alma gemela, esa que da sentido a su vida. 

 No obstante, el problema reside en que los beneficios de la felicidad pueden ser escurridizos y en que las cualidades «positivas» que nos conducen a ellos pueden ser extraordinariamente difíciles de adquirir. Sintonizar con la claridad espiritual o actitud optimista no está al alcance de muchas personas, razón por la cual recurrimos, perdidos y confundidos, a las estanterías de los libros de autoayuda. Tenemos nuestros momentos de luz, por supuesto, bendiciones pasajeras de risas y alegría. 

No obstante, nos debatimos en la neblina, acosados por las preocupaciones, los miedos y lamentos, más veces de lo que nos gustaría reconocer. No es ningún secreto que el optimismo es la ruta hacia la felicidad, y que la felicidad es la puerta hacia la salud y el éxito. 

Pero si no somos capaces de sacarnos de encima el angustioso pesimismo, ¿en qué condición nos quedamos? Puede que hasta nos sintamos peor que antes: tener ansiedad es malo, pero, encima, tener que oír que hemos de estar radiantes y ser optimistas nos hunde todavía más en nuestras preocupaciones. 

Empezamos a sentir ansiedad por estar ansiosos, o a estar tristes por estar tristes, y nos vamos hundiendo cada vez más, en una espiral de desaliento...

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